Análisis El Niño y el Signo
Creo que una primera premisa que es susceptible de deducir de la entrevista realizada a la psicóloga Mara Tamayo, es que ocuparse del proceso de aprendizaje de un niño trasciende la simple acción particular para constituirse en un hecho social con consecuencias positivas para la sociedad en general.
En otras palabras, si de extraer de esta entrevista una propuesta o tesis prepositiva se tratara, lo que yo diría es que la educación preescolar debería ser una política pública. El gobierno, como garante del Estado de Derecho que es nuestro país, debería tener entre sus prioridades la atención al menor, en todos sus sentidos, claro está. No se trata de populismo, sino de mirar con el lente del sentido común, de la ciencia, de la inteligencia.
Veamos. La psicóloga ha dicho, con Freud y otros estudiosos más, que la niñez es una etapa fundamental de nuestra vida, que lo que le ocurra a un niño, bueno o malo, repercutirá irremediablemente en la adultez. ¿Es acaso esto una mentira? Para nada, es algo comprobado. Pues bien, de lo que se trata es que se desarrollen políticas públicas de acuerdo a esta situación. Si en realidad las intenciones de los gobiernos son buscar la paz, la seguridad, proteger a los sectores más vulnerables y marginales, todo debe empezar por ocuparse de la niñez.
No se está diciendo que los ancianos y los adultos no importan. De ninguna manera. Pero la población de la niñez si tiene un elemento que es muy significativo: nada más y nada menos que toda una vida por delante. Los niños, la juventud, son el futuro de un país, la esperanza de una nación. Esto tampoco es populismo, es simple lógica, ¿Quiénes van a ser acaso los futuros profesionales, gobernantes, trabajadores? ¿Extranjeros acaso? No, serán los niños, nuestros niños.
Resulta entonces enormemente triste y desesperanzador, ver tantos niños sin padres, sin familia. Tantos niños pidiendo o trabajando en los semáforos, expuestos a la violencia, a la intolerancia, a toda suerte de peligros. La razones paras esta preocupación no obedecen a sentimentalismos ni mucho menos, obedecen a razones científicas. Es lo mismo con ese dicho que dice que la violencia genera más violencia: totalmente cierto. Un niño en un entorno violento tiene amplias probabilidades de desarrollar estas mismas conductas violentas. Se forma así un círculo vicioso de gran impacto social.
¿Cómo no puede entonces un Estado ver la gravedad de la situación? ¿Cómo puede hacer promesas de mejoramiento de la calidad de vida cuando hay tanto niño desamparado? Es inevitable que la violencia se reproducirá de nuevo, es un hecho que estos niños que solo han vistos signos de violencia continúen por esta misma senda. Una sociedad que no se preocupe por sus niños está perdida. Es una sociedad suicida.
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