sábado, 11 de octubre de 2008

Análisis de una familia a la luz del texto Las Sociedades Humanas y la Familia


‘La familia es sagrada’ se escucha decir usualmente en diferentes círculos sociales, y mayoría de personas comprende que se está diciendo, porque relacionan esta afirmación a su misma experiencia personal. Es claro que nuestra sociedad se divide en clases sociales, y que, como consecuencia de esto hay familias que presentan problemas de distinto orden, los cuales se remiten a su vez a males mayores de la sociedad: maltrato infantil, violencia, entre otras cosas. Sin embargo, ese no es el tema de este análisis.

Lo que corresponde es hablar de la universalidad de la familia. Este es un tipo de organización tan básica y esencial de la sociedad, que presenta características comunes a todo nuestro contexto, al margen de las circunstancias sociales y políticas que las afectan. En efecto, hablar de familia y sus diversas estructuras es un fenómeno que se remite principalmente al campo cultural.

La sociedad en la que vivimos es fruto de una herencia colectiva que encuentra sus rasgos principales en esta parte del mundo que llamamos occidente. En nuestra cultura la familia se da alrededor de aspectos como “la dimensión reducida a la pareja formada por un hombre y una mujer y sus hijos; la monogamia…la transmisión del apellido de los hombres; la autoridad masculina”. Pero, siguiendo el propósito principal del texto de Francoise Heritiere, estos rasgos solo corresponden a nuestra cultura, y contrario a lo que pueden pensar muchas personas como resultado de solo haber conocido su propio contexto, no es un fenómeno natural, sino una construcción social y cultural.

Es que existen muchas estructuras familiares diferentes de acuerdo a las culturas existentes en el planeta. Vemos como en África hay familias que se dan entre mujeres, familias poligámicas, entre otros ejemplos. El matrimonio, o más bien, el vínculo conyugal, es un tipo de organización que demuestra las marcadas diferencias culturales entre los pueblos. Estas uniones no siempre tienen las mismas formas de darse, pues, por ejemplo, el vínculo biológico pasa muchas veces a un segundo plano: “el vínculo biológico que une a la madre con sus hijos no tiene siempre y en todas partes por efecto que la madre tenga a su cargo criar a los hijos”. Igualmente, en otro fragmento se dice: “la genealogía familiar no tiene en si nada que ver con el engendramiento biológico”.

Analizar estas diferencias es bien importante porque permiten evidenciar la verdadera naturaleza cultural de la familia. La familia siempre será esa forma de organización que permite el funcionamiento de la sociedad, pues la constituye desde la base. En ese sentido es que se encuentran los rasgos que la caracterizan a un nivel universal: “su elemento común es la prestación de servicios mutuos entre los conyugues en función de cierta repartición de las tareas entre los sexos…este orden tiene por efecto volver a los dos sexos dependientes el uno del otro y por lo tanto empujar a sus representantes para que puedan sobrevivir sin tener que dedicarse a las actividades del otro sexo…”.

Ahora bien. Es en este contexto que debe analizarse nuestro caso concreto de una familia en la sociedad en que vivimos; un ejemplo de una familia occidental, una categoría que es significativa, pues no mas miremos los casos africanos u orientales, y nos daremos cuenta que decir occidental se remite a rasgos culturales muy nuestros. La señora Dora Gómez fue la madre en una familia tradicional, que pudo haber sido la familia de cualquiera de nosotras. Ella nació en Alcalá Valle en 1934 en una familia de 14 hermanos, y cuando formó su familia tuvo nueve hijos.

La estructura de su familia es la nuestra. Su marido se dedicó a las actividades económicas tendientes a mantenerlos, ella, por su parte, a estar en su casa criando a los hijos. Su residencia era común para todos y el vínculo era biológico. Esta es la estructura básica de la familia, digamos latinoamericana, para no hablar ya de occidental, pues podemos estar generalizando. Los indígenas también son occidentales, y no comparten estas estructuras.

Para Dora, la familia es “un conjunto de personas reunidas con amor, con interés de verlos crecer (a los hijos) de ayudarlos, de alimentarlos, de darles un buen estudio para el mañana, un buen ejemplo, darles mucha educación. Todo lo que uno desea para los hijos, para los hermanos”. Vemos como lo primero que dice la señora se refiere al amor. Este, creemos, es una idea de nuestra cultura, pues las familias de otras culturas tal vez no se integren en torno al amor. En varias ocasiones Dora se refirió al vínculo con su marido en torno al amor, a prácticas románticas como ir a cine solos mientras dejaban a sus hijos con una persona de confianza que los cuidara. Sabemos ya que esto corresponde a algunas estructuras familiares, no, por ejemplo, a las africanas matriarcales, donde el hombre es un marido-visitador, que actúa como semental, no obstante es un simple servidor; el marido y la esposa, en ambos casos son mujeres.

Cuando Dora se casó, formó su propia familia. En ese momento de su vida, en muchas formas partió con su familia y con sus hermanos, que como dijimos, fueron 14. Igualmente lo hizo su esposo, que se abrió y formó su familia, a parte de sus hermanos. Este hecho también lo destacamos como una gran diferencia con otras culturas, por ejemplo, con el matrimonio poliándrico, donde la esposa de un hombre también corresponde a sus hermanos. En nuestra cultura si bien existen vínculos biológicos de afecto con hermanos y padres después del matrimonio, la mujer se casa y debe dejar de preocuparle a sus hermanos, si es que alguna vez les preocupó. Como la manifestó Dora, su esposo se encargó de proporcionarles todo, comida, techo, estudio, crianza, cariño.

Este tema que habla Dora cuando se refiere a la relación de su marido con los hijos, “el fue muy atento, muy querendón con ellos” no es tampoco una constante en otras culturas. El matrimonio, como ‘institución’ universal, de lo que se preocupa es de formar a los hijos idóneamente para que se desempeñen de la misma manera en la sociedad en que viven. Es un hecho social la preocupación por criarlos y orientarlos. Eso es lo primero, después si viene el cariño, el amor, los vínculos afectivos.

Sabemos que el matrimonio en nuestra cultura es monogámico, lo que no ocurre en los países árabes. Allá la cuestión es económica, ya que la esposa es una suerte de propiedad, y el número de esposas depende de la capacidad del hombre para sostenerlas. Aquí nuestro matrimonio es monogámico, lo que no quiere decir que la actividad sexual del hombre se limite a su esposa, pero si quiere decirlo para la mujer. Dora manifiesta que su esposo “siempre tomó su trago, por ahí me contaban que se había arrimado alguna donde él…el nunca me sostuvo, si no que me decía ‘no te dejes echar cuentos que la gente te tiene envidia, eso es mentira…”. Es decir, el señor tuvo sus aventuras, lo que no quiere decir, en manera alguna, que se rompa el contrato de matrimonio monogámico por uno poligámico; esa situación no se remite una cuestión de fidelidad o infidelidad, sino a un tipo de organización social. El matrimonio seguía siendo monogámico, porque la mujer del señor seguía siendo Dora, a la luz de la sociedad, de sus hijos, y de ella misma, que dijo en un momento “para que mas trabajo que todos esos hijos cuidándolos”, y que se refiere a que ella tenía su rol, su parte de trabajo en la división social del trabajo que les instituyó el matrimonio. Igualmente este matrimonio les organizaba sus necesidades de interacción social y entretenimiento, pues como ella dijo, nunca iban a una reunión alguno de los dos conyugues por aparte, y también los paseos solían ser en familia, a la finca, con un tren de muchachitos detrás.

Finalmente, uno de los aspectos relevantes de esta entrevista presentada en forma de foto-cuento, son las diferencias entre la familia de la época de Dora y las de ahora. Son claras estas diferencias, aun sin el testimonio de Dora, pues sabemos que los matrimonios ahora no duran, la crianza de los hijos no es tan estricta, la mujer tiene muchas libertades. Sin embargo, estas diferencias no son nada comparadas con las brechas culturales con otros pueblos. Muchos rasgos culturales que determinan el matrimonio en nuestra cultura han cambiado, pero no tanto. Ante la pregunta de cómo es el matrimonio ahora y como en su época, Dora dice “los matrimonios eran como ahora”, y después si se refiere a las diferencias; esas diferencias que, agregamos, empezaron a gestarse en la década del sesenta. Las estructuras de control han cedido un poco, nada es estático en una cultura y una sociedad, pero si hay bases permanentes sobre las que se han levantado las distintas civilizaciones, y estas no van a desaparecer así como así. Por eso, concluimos que es muy importante ensanchar el campo visual, y comprender la riqueza cultural del ser humano para valorarla, no para escandalizarnos con las abismales diferencias.

REALIZADO POR:

LAURA MARCELA RAMIREZ GARCIA
ERIKA DARLIN ARBOLEDA
NATALIA MUÑOZ OCHOA










No hay comentarios: